miércoles, 25 de julio de 2007

Carta por vía Aérea.

Querido amigo: Me alarma el último comentario de tu carta. Dices que se nos acaba la libertad en el vuelo. Que las normas EASA que han entrado en vigor este año 2.007 restringe de forma intolerable la libertad en el vuelo, habitual en tu País.
Tú que puedes, pásate por el Louvre cualquier mañana y refresca en tu memoria la imagen de la “Libertad guiando al pueblo” de Eugène Delacroix. Obviando el magnífico pecho de Doña Libertad, el resto del cuadro es una verdadera pesadilla. La Libertad, pisando cadáveres, avanza envuelta en la turba armada y, alzando una bandera (la suya, supuestamente la única buena), mira de soslayo, yo diría que con temor, al populacho blandiendo escopetas y sables. Si ésta es la imagen de la Libertad, apaga y vámonos.

Conceptualmente, la libertad se contrapone a esclavitud y opresión. Si es ejercida sin responsabilidad, se convierte en libertinaje. Y aquí empieza el embrollo. Los que se autodenominan Autoridad acotan la propia esencia de la libertad, el libre albedrío, e imponen las normas de “responsabilidad” a fin de proteger lo que te quitan: tu propia Libertad. Su coartada preferida: tu seguridad.

“No podemos conducir por ti”, reza un anuncio de la Autoridad de tráfico rodado. ¡Vaya suerte! Pero, ¿quién se lo ha pedido? ¿En nombre de qué libertad deberían hacerlo? Por suerte tampoco pueden vivir por nosotros (que sí de nosotros, ¡y vaya si lo hacen!).

Spinoza proyectó desde su época una negra sombra que recogió el inefable Carlos Marx, quien aclara que la libertad individual es contraria al bien del pueblo. Desde siempre, los que ostentan el poder, legislan para protegernos de nuestro propio libre albedrío.

Hasta no hace mucho, en mi País, usábamos (y yo entre muchos) la palabra Libertad como bandera de protesta contra el poder establecido. El nuevo poder se ha adueñado de la palabra, y en su nombre y el de la democracia nos oprime y esclaviza, sabedores que les asiste la posesión absoluta de la Verdad y la Razón. Si ahondas en la contradicción, siempre aflora la justificación de que lo hacen por el bien público (nuestro propio bien). ¿Tendría razón Carlos Marx?

Y si no tienes bastante con tales argumentos, te van a recordar que en el mundo hay mucha gente que vive peor que tú, que no tiene lo que tu tienes y que no disfruta de la mínima parte de lo que a ti te sobra.
Una vez culpabilizado y bajo el ataque de ansiedad que producen tales verdades como puños, cual médico habiendo anestesiado al quejumbroso paciente, nos amputan un cacho más de nuestra ya menguada libertad.
Tu (y yo, y algunos otros) que nos quejamos de puro vicio, que formamos parte del pelotón de los sin rumbo, que nos gusta perdernos en tres o más dimensiones y que deseamos poder decidir en cada momento de nuestra vida qué hacer y donde estar, vamos camino de ser expulsados. El espíritu libre y el intelecto despierto con capacidad y conciencia de poder equivocarse, no son ya merecedores de aprecio, ni tan siquiera respeto. La perfecta sociedad en construcción repudia los elementos extraños que no se conforman con lo que se les da y que reclaman sin pudor cuando algo suyo se les quita. Hay que manifestarse por los derechos de los demás (de otros lugares, de otras culturas, de otros pelajes), no por los propios. Hay que dejarse dirigir y ser políticamente correcto. Además no damos miedo. Somos pocos y no ejercemos ningún tipo de violencia, ni somos, afortunadamente, capaces de ello. Nos consideran por ahora, molestias residuales que toleran por costumbre, con la secreta voluntad y esperanza de que la restricción progresiva de libertad acabe asfixiando la práctica de nuestra afición.

Pero no les va a ser tan fácil. Estamos ya acostumbrados a colarnos por el hueco que dejan los grandes y negros nubarrones. Nuestro ojo está habituado a detectar los matices de la luz y quizás somos los únicos que percibimos la densidad del aire. Hemos aprendido a navegar contra el viento y buscar la bonanza. Bien sabremos sortear una vez más esta embestida, que no es la primera y apuesto que no será la última.

Perdona si encuentras políticamente incorrectos alguno de los conceptos que te expongo, pero se me calienta la sangre y sufro ataques de vergüenza ajena, viendo como está el patio y en nombre de qué y de quién intentan amargarnos la vida.

Recibe mi más cariñoso abrazo.

1 comentario:

Roger Sangenis dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.