jueves, 25 de enero de 2007

Carta por vía Aérea nº 6

Querido amigo: Me alarma el último comentario de tu carta. Dices que se nos acaba la libertad en el vuelo. Que las normas que han entrado en vigor este año 2.007 en tu País restringe de forma drástica la libertad en el vuelo, habitual en vuestros lares.
Pásate por el Louvre y refresca en tu memoria la imagen de la Libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix. Obviando el magnífico pecho de Doña Libertad, el resto del cuadro es una verdadera pesadilla. La Libertad, pisando cadáveres, avanza envuelta en la turba armada y, alzando una bandera (la suya, la buena), y mira de soslayo, yo diría que con temor, al populacho blandiendo escopetas y sables. Si ésta es la imagen de la Libertad, apaga y vámonos.
Conceptualmente, la libertad se contrapone a esclavitud y opresión. Si es ejercida sin responsabilidad, es llamada libertinaje. Pero su misma esencia, la del libre albedrío, choca con las normas que la auto limitan e imponen su propia protección. Spinoza proyectó desde su época una negra sombra que recogió el inefable Carlos Marx, quien aclara que la libertad individual es contraria al bien del pueblo. Desde siempre, los que ostentan el poder, legislan para protegernos de nuestro propio libre albedrío.
Hasta no hace mucho, en mi País, la palabra Libertad era usada como bandera de protesta contra el poder establecido. El nuevo poder se ha adueñado de la palabra, y en su nombre nos oprime y esclaviza.
Si ahondas en la contradicción, siempre aflora la justificación de que lo hacen por el bien público (nuestro propio bien). ¿Tendría razón Carlos Marx?
Y si no tienes bastante con tales argumentos, te van a recordar que en el mundo hay mucha gente que vive peor que tú, que no tiene lo que tu tienes y que no disfruta de la mínima parte de lo que a ti te sobra.
Una vez culpabilizado y bajo el ataque de ansiedad que producen tales verdades, cual médico habiendo anestesiado al quejumbroso paciente, nos amputan un cacho más de nuestra ya menguada libertad.
Tu (y yo, y algunos otros) que nos quejamos de puro vicio, que formamos parte del pelotón de los sin rumbo, que nos gusta perdernos en tres o más dimensiones y que deseamos poder decidir que hacer y donde estar, vamos camino de ser expulsados. La perfecta sociedad en construcción repudia los elementos extraños que no se conforman con lo que se les da; que reclaman sin pudor porque algo se les quita. Además no damos miedo. Somos cada vez menos y no ejercemos ningún tipo de violencia. Nos consideran por ahora, molestias residuales que toleran por costumbre, a sabiendas de que la restricción progresiva de libertad acabará asfixiando la práctica de nuestra afición.
Perdona el tono ligero y alegre con que trato tan grave tema; en el fondo no me siento tan optimista como puedo parecer.

1 comentario:

Unknown dijo...

Uaauuu.
Bien pensado y bien escrito.
Internet tiene cosas buenas y esta es una de ellas.